_Plaza Tirso de Molina: uno de los territorios estratégicos más auténticos de Madrid
En sus novelas castizas, Ramón Gómez de la Serna ya hablaba de sus comercios y verbenas que, seguramente, frecuentaron -en su momento- los hermanos Bécquer. Durante algunos años, Joaquín Sorolla decidió instalar su estudio en una de las corralas de esta plaza, escenario, años más tarde, de los primeros juegos de infancia de Gloria Fuertes y, poco después, de una de las obras de teatro de Calvo Sotelo. Hasta Joaquín Sabina le ha dedicado alguno de sus “versos cantados” que tanto repetimos a la Plaza de Tirso de Molina, donde decidió instalar su personal micromundo. Tanto ha inspirado -y de qué manera -, que en pocos sitios como este se puede llegar a comprender la historia, entender la vida y descubrir la esencia de la ciudad de Madrid.
Una plazuela inusualmente triangular, con dos siglos de historia, y que se levantó, con el nombre de Plaza del Progreso, en el solar donde se ubicaba el Convento de la Merced, derribado durante la conocida como desamortización de Mendizábal., a quien se le recordó gracias a una estatua – la mejor obra del escultor José Gragera, dicen- que durante décadas presidió este lugar, hasta que, tras la guerra civil española, en 1943, la sustituyó otro monumento, firmado por Rafael Vela del Castillo, que aún se conserva, y dedicado a uno de los mayores dramaturgos madrileños, Tirso de Molina, seudónimo que utilizaba fray Gabriel Téllez quien, precisamente, vivió en ese primer convento.
A partir de entonces, la plaza se popularizó con el nombre que conocemos, pero sin perder nunca su condición estratégica: a tan solo 500 metros de la Puerta del Sol, el mismísimo corazón de la capital. Y hasta parece que aquí la ciudad quiso “levantar” un más que emblemático emplazamiento a modo de preámbulo del Madrid más castizo. Ya lo constataba el periodista y escritor Moncho Alpuente: “Esta plaza oblonga y descabalada” … “señala los confines del Rastro y de Lavapiés, territorio de la manolería”.
“Tirso de Molina es un cruce de caminos, una plaza muy dinámica y un pulmón que ya era muy necesario en su origen, cuando el centro de Madrid estaba abigarrado de edificios residenciales y calles estrechas”, señala el arquitecto Julio Touza, quien conoce a la perfección este entorno, ya que durante los últimos meses ha liderado la rehabilitación de uno de los edificios más relevantes de esta plaza: un palacio del siglo XVII ubicado en el número 8.
El arquitecto gallego destaca el activo carácter socio-cultural de este entorno y esa “cara amable” para el paseante que ofrece la frondosidad de su vegetación, frente a “plazas más duras como las cercanas Jacinto Benavente, Plaza Mayor o de la de la Cebada”.
Además, “la peatonalización del frente de la plaza y su continuidad con la calle del duque de Alba, permite que tenga una verdadera dinámica de plaza en lugar de isla rodeada de viales, lo cual le añade una mayor calidad urbana ", puntualiza Touza.
La importancia de este territorio dentro del diseño de la capital es tal, que aquí se construyó una de las primeras estaciones de metro de Madrid, que, bajo el nombre también de Progreso (hoy, Tirso de Molina, claro), se abrió a finales de 1921, pocos meses después de que arrancara la línea 1 del metro, y como prolongación de la misma.
Diseñada por Antonio Palacios - arquitecto sin el cual el perfil de Madrid no sería el mismo-, es una de las estaciones más bonitas de la red y una de esas tantas joyas arquitectónicas que esconde la ciudad.
Palacios no fue el único que “intervino” el barrio. Otras construcciones muestran la importancia de esta zona. Y gracias a ellas, se puede, además, realizar un breve recorrido por la historia de la arquitectura madrileña. Un trayecto que arrancaría en el siglo XVII, y precisamente en el edificio ubicado en el número 8 de Tirso de Molina reformado ahora por Julio Touza: el único edificio de condición "casa-palacio" de la plaza, con majestuosa entrada, una espectacular escalera central, patio central y tres plantas de grandes alturas, que dan buena cuenta de “un pasado palaciego y señorial, absolutamente distinguido dentro de la zona”, como constata Touza.
Una singularidad que se ha puesto en valor durante una rehabilitación, “encaminada a hacer compatible estos valores originales singulares con las necesidades de un moderno edificio residencial.
Por eso, se han eliminado todos los impactos negativos que estos edificios sufren durante su vida, como un torreón añadido, no original, que se ha reducido y transformado en un singular cuerpo acristalado a modo de mirador de la ciudad, una joya secreta en su planta dúplex", añade el arquitecto.
Siguiendo un itinerario por las diferentes arquitectónicas que coinciden en el barrio, habría que detenerse también en el Barroco de la fachada que conserva el Palacio del Marqués de Perales del Río (sede de la Filmoteca de España, en Calle de la Magdalena, 10) para continuar por la arquitectura de la Ilustración, gracias al Palacio de la Duquesa de Sueca (cuya fachada se ha hecho famosa gracias a la televisiva serie El Ministerio del tiempo).
El “viaje” alcanzaría también el siglo XX, con el diseño a camino entre el pseudobarroco y art-decó del Teatro Progreso (reconvertido en 1987 en el Teatro Nuevo Apolo), y con un ejemplo de edificio de carácter racionalista: la Imprenta Municipal-Artes del Libro.
Hoy en día, en torno a la Plaza Tirso de Molina se dibuja un nuevo Madrid, más cosmopolita, más (necesariamente) diverso, y siempre en continua transformación. Un fascinante trocito de ciudad en el que, mientras los floristas preparan sus ramos en el primer mercado floral de la ciudad, los tradicionales (y numerosos) comercios de venta al por mayor que aún permanecen conviven con nuevos espacios de coworking y otros que, gracias a la audacia de nuevos emprendedores, se han adaptado a los tiempos.
Es el caso del palacete que, a principios del siglo XX, albergó la histórica redacción del diario El Imparcial (Duque de Alba, 4), y que ahora acoge un imprescindible meeting point de la ciudad, un espacio donde, además de la dinámica propuesta gastronómica de su restaurante, pueden contemplarse diferentes manifestaciones creativas y de ocio en el cine bar Sala Equis (salaequis.es), cuyo nombre recuerda su último uso: un antiguo cine X.
Además del Nuevo Apolo, con una más que curiosa oferta de conciertos y musicales, en los aledaños de la Plaza se encuentra el Teatro Calderón, renombrado Teätro Häagen Dazs (Atocha, 18), y en uno de los laterales de este, los conocidos como cines Ideal (Dr Cortezo, 6), uno de los multicines de referencia para cinéfilos y una de las salas de proyecciones más antiguas de la capital.
La cultura (y, preferentemente, con vocación audaz) es, sin duda, uno de los máximos exponentes de este entorno. Y así lo constatan manifestaciones del teatro más alternativo, como el que ofrece el Centro Cultural La Tortuga (Calle de la Espada, 6) o La Corsetería o Nuevo teatro fronterizo (Calle de la Cabeza, 8), que se mezclan con librerías que ofrecen un nuevo (y, sobre todo, crítico) talante, como Traficantes de sueños (Duque de Alba, 13) o Enclave de libros (Relatores, 16).
Aunque el eclecticismo aquí es norma obligada. Tanto, que junto a estas propuestas más personales, pueden mezclarse referentes únicos, como el templo del flamenco Casa Patas (Calle de los Cañizares, 10), junto con, ya en la mismísima plaza, otros rompedores espacios.
La gran oferta de ocio y la cercanía (casi fusión) con el centro de la ciudad, permite que no pocos hostels elijan este territorio como espacio natural. Junto a ellos, sobresale una envidiable oferta gastro que se mueve entre espacios ya clásicos en la ciudad, como Bodegas Alfaro (Calle del Ave María, 10) o Casa de Granada (Dr Cortezo, 17), y con unas vistas inmejorables de la plaza; y neotabernas, como Badila (San Pedro Martir, 6) -con el mejor menú del día de la zona- y El 5 de Tirso (Plaza de Tirso de Molina, 5), donde dar buena cuenta de unas excelentes croquetas y unos crujientes boquerones fritos.
Además, aquí brotan nuevas manifestaciones de las amplias posibilidades que ofrece la gastronomía tanto nacional como internacional. Y así, junto a la cocina creativa de el b_US (Duque de Rivas, 5) o la demostración de la amplia cocina andaluza que ofrece Manuel Urbano en La Malaje (Relatores 20), aparece la apuesta segura de la cocina mexicana de La Rebonita (Olmo, 23) o el mercado de street food que se ofrece en Yatai Market (Dr Cortezo, 10).
Lugares que confirman, sin duda, que en la Plaza de Tirso de Molina lo inesperado siempre puede dejarse contagiar de lo más auténtico y…. castizo.
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